Me robaron.
No me arrebataron en la calle ni me apuntaron con un arma, no me gritaron, ni me golpearon, no fue un instante de esos en los que parece que se detiene el tiempo.
Fue un robo de la era digital: silencioso, remoto y sostenido durante varios días.
Me hackearon y vaciaron mi cuenta del banco pagando una publicidad de un spa de Vietnam. Cambié las contraseñas, reclamé en el banco y en la plataforma de Meta donde sucedió todo.
Unas horas después, volvieron a ingresar a mi cuenta y usaron la tarjeta de crédito de alguien a quien yo le administraba anuncios publicitarios para volver a publicitar el mismo spa de Vietnam.

Volví a reclamar en Meta y en el Banco. Subí un video a Instagram y a Tik Tok contando lo que me estaba pasando. En los comentarios me sugirieron formatear la computadora y el celular. Lo hice y el hacker ya no pudo entrar a mi cuenta.
Repasé mil veces en mi cabeza qué pude haber hecho mal. Tenía activada la doble autenticación y solo yo tenía acceso a las cuentas publicitarias. No entro nunca a links que no sé con certeza que son seguros. No abro la cuenta en compus ajenas.
Desde Meta y el Banco me pidieron más información, me dieron números para mis reclamos y me pidieron que espere.
Mientras, tuve miedo de encender los dispositivos formateados para volver a trabajar. Saqué infinidad de cuentas en mi cabeza de la plata que sacaron, de los impuestos que se van a sumar, de la plata que pierdo cada día que no puedo trabajar con normalidad.
Hace un año que emprendo en redes sociales como único sustento. Hace medio año que vengo invirtiendo todo lo que puedo en hacer crecer el emprendimiento. ¿El propósito? Compartir que se puede tener un mejor vínculo con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que se pueden usar las redes a tu favor para transmitir mensajes, tejer redes, unir a las personas, crecer con tu emprendimiento y lograr una vida laboral con más libertades.
Pienso cómo voy a volver a eso mientras sigo intercambiando mails y llamadas con Meta y con el Banco. Hice la denuncia en la Justicia con más dudas que certezas de que sirva para algo, pero con la intención de no dejar sin hacer nada de lo que esté a mi alcance.
Estoy aprendiendo mucho de los comentarios y mensajes que me dejan en tik tok. No hay haters, no hay odio. Hay muchísimos desconocidos compartiendo desinteresadamente recomendaciones, mensajes de apoyo, intercambiando opiniones sobre lo que pudo haber pasado y cómo evitarlo. Estoy tomando nota de todo para ordenar esa información tan valiosa y compartirla. Pienso que tuve prejuicios con esta red social al principio, hay mucho más que bailes en tendencia.
Es domingo -dicen que el día más depre de la semana- y Meta me envía un correo muy distinto a todos los anteriores: ya no son excesivamente amables, ya no reconocen el hackeo como habían hecho en días previos. En muy pocas oraciones me dicen que yo compré sus servicios y acepté sus términos y condiciones al hacer los anuncios para el spa de Vietnam y que están bien cobrados.
Lloro de bronca, pero sé que Meta es una de las corporaciones más grandes del mundo y que si esa es su respuesta, por más injusta que sea, es muy difícil hacer algo al respecto. Queda insistir con el Banco, con el desconocimiento de los pagos.
Pasan las semanas y pude vivir este tiempo porque la solidaridad de las personas que tengo cerca se hizo sentir desde el primer momento. Me cuesta mucho pedir ayuda pero esta vez tuve que reconocer que no iba a poder sola.
No sé muy bien cómo va a terminar esto, pero necesitaba un poco de catarsis.
En resumen, les comparto algunas cosas que van quedando claras entre tanto lío:
- En este mundo lleno de incertidumbres nada es 100% seguro.
- Las plataformas que usamos todos los días son grandes corporaciones que no tienen por objetivo lo que dicen en sus valores corporativos, siempre van a defender sus intereses y no los de los eslabones más pequeños del engranaje.
- Aunque esas corporaciones se adueñaron de internet, la red de redes colaborativa y democratizadora se hace lugar en los espacios que va encontrando.
- Hay buena gente en todos lados dispuesta a dar una mano.
- Los domingos de bajón se pueden superar con una receta infalible: volver a mirar la final del mundial.